Hace ya mucho tiempo te comentaba mi anhelo ya la vez mis reparos en relación con una fantasía de escritor que tenía pendiente: sentarme a escribir en una cafetería o bar en plan bohemio.

Te contaba que,  entre los reparos,  se contaba el hecho de que me daba un poco de vergüenza, cosa rara en mí, por otra, cuyo origen subconsciente aún no he sabido determinar.

Pues bien, a pesar de que un día de julio la climatología en Sevilla no es la más propicia, el hecho de tener que esperar a que me recojan en coche me ha impulsado a este pequeño experimento, y me he sentado en la terraza de una cafetería y estoy redactando esta entrada con el móvil.

café-y-escritura

He aquí una muestra de mi visión subjetiva en estos momentos

Si bien es cierto que escribir con el móvil es menos aparatoso y llamativo que hacerlo con el portátil,  como ensayo está resultado satisfactorio.
Es agradable sentir el vital ajetreo de la calle y salir del aislamiento del piso,  pues escribir ya es lo suficientemente introspectivo, y a veces hacerlo en la oscura soledad puede volverse opresivo,  a veces.

También es cierto que si escribir con el móvil se convirtiera en hábito mi vista acabaría resistiéndose.

Pero aceptaré la experiencia como primera aproximación.
Continuará.