Animado por esta evidencia continué buscando con reavivado ahínco. El carácter enérgico de mis pesquisas dio sus frutos y en apenas una hora di con otro volumen, Córdoba monumental, artística e histórica, que me ponía sobre la pista del dato que estaba buscando. Al parecer, en el número 3 de la calle Juan de Mena había una casa que ya en tiempos de Góngora se conocía como «Casa del Agua». Había sido utilizada como manantial tanto en tiempos de los árabes como en los primeros siglos de la reconquista. Según el texto, en el patio de esta casa había una entrada construida en tiempos de los romanos que daba a un pequeño lago de aguas semitransparentes.
(…)
La abertura daba a unas escaleras. Las piedras, ancianas, de un tono terroso manchado por el verde del musgo, hablaban de la Corduba romana, del paso de olvidadas centurias, de intrigas secretas y oscuros rituales a deidades tan siniestras que el hombre moderno no había querido rescatarlas de las tinieblas del tiempo. Pero se trataba de una realidad que había subyacido bajo la dimensión ordinaria de las cosas, conocida tan solo por unos pocos iniciados que se encargaban de mantenerla viva a lo largo del tiempo, un cadáver errante que discurría en el subsuelo sin ser visto por los incautos que habitaban en la superficie, y que esta noche volvía a abrir sus fauces putrefactas tras siglos de silencio para cobrar un sangriento tributo.
El techo, en forma de bóveda, se hallaba cubierto de manchas de humedad. Descendimos cinco tramos, notando cómo la calidad del aire cambiaba progresivamente, ganando en humedad, haciéndose un poco más tibio, y adquiriendo cierto olor a sitio cerrado. Algunos de los escalones estaban rotos o desgastados por el paso del tiempo, otros tenían pequeños charcos; había que descender apoyando las manos en las paredes para evitar resbalar escaleras abajo. Tras el último trecho, un pequeño arco que giraba a la derecha daba paso a una antigua bodega.
En la pared izquierda había dos grandes hornacinas de ladrillo que llegaban hasta el suelo, cobijando un par de enormes y añosas tinajas.
Al fondo de la pequeña estancia se veía cómo el agua de un estanque arrojaba el resplandor del reflejo de los faroles que portaban los adeptos. La masa de agua salía de la habitación por un sumidero que había en la pared, rematado por un vetusto arco de ladrillos a la altura del suelo.
– Extracto de Imposible pero incierto (una novela de horror có[s]mico).
Y como siempre,nunca se sabra la verdad,hay muchas cosas ocultas en Cordoba,por que ?
No sé, supongo que en todos sitios hay secretos. Lo que no entiendo es como el Ayuntamiento no se ha interesado en esclarecer esta cuestión, que podría ser un gran reclamo turístico, aunque supongo que todo lo que suponga un coste, y no se tenga certeza de que aportará beneficio (porque no hay certeza de su existencia) al final no interesa.
Gracias por comentar. ¡Saludos!
Pero se ve q existe claramente, hay fotos q lo corroborran
Pues se debería de esclarecer, hasta lo q se pueda pq para eso pagamos nuestros impuestos.
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