CAPÍTULO 19: EVIDENCIAS INQUIETANTES

―Entonces, según tú ―volvió a la carga José Ildefonso-, ¿R’lyeh, la ciudad sumergida en el océano donde Cthulhu se halla encerrado, existe?

―Pues bien podría existir ―afirmé con seguridad―. No sé si sabéis ―dije sacando unos folios con información que había recopilado de internet para reforzar mi hipótesis― que en Cuba se han encontrado los restos de una ciudad sumergida a seiscientos cincuenta metros de profundidad, de seis mil años de antigüedad; la encontraron mientras buscaban restos de naufragios. Y quien lo ha descubierto no es cualquiera. Ni más ni menos que Paulina Zelitsky, una ingeniera soviética experta en la realización de obras de ingeniería civil y topografía del lecho oceánico, que durante la Guerra Fría se dedicó a la construcción de bases secretas de submarinos.

Javier Manuel hizo un inciso: ―Esa mujer que nos cuentas es tan famosa como Andrew Menkle, el inventor de la trilladora.

La señora Zelitsky analizando los datos del sónar

―No ―contestó José Ildefonso―. Seguramente sería una formación natural.

(…)

―En eso te equivocas ―contraataqué, pues estaba dispuesto a defender mis argumentos como gato panza arriba―. Se ha confirmado que los megalitos encontrados fueron cortados, tallados y pulidos para hacerlos encajar unos con otros y formar así estructuras mayores. También se encontraron extrañas inscripciones, algunas parecidas a jeroglíficos egipcios, pero se ignora su origen. Son muy abundantes y también han aparecido símbolos y dibujos cuyo significado se desconoce.

―Seguramente sea una ciudad humana que quedó sumergida por algún cataclismo ―concluyó mi interlocutor, cortante.

Les di unos folios que contenían unas fotos hechas con sónar de las estructuras a las que había aludido, para que vieran que no me lo estaba inventando. Se los fueron pasando. Javier Manuel se quedó mirando los folios, pensativo.

imágenes de sónar de la ciudad sumergida

Zona en la que se ha efectuado el hallazgo

―En cualquier caso ―porseguí― esto nos demuestra que hay mucho que desconocemos sobre el pasado, y sobre estas etapas oscuras. Si existe un saber en forma de mitos y leyendas, ¿quién nos asegura que no tienen una base real? Esta ciudad de la que hablo tan solo se conoce por las imágenes de sónar, dado que a esa profundidad no se puede hacer otro tipo de comprobaciones. A saber lo que se esconderá allí abajo. En el artículo que os he pasado podéis leer que, basándonos en la velocidad a la que tienen lugar los movimientos de la corteza terrestre a día de hoy, se necesitarían cincuenta o sesenta mil años para que una ciudad emergida descendiera a esa profundidad. Esto pone contra las cuerdas el límite reconocido por la historia oficial en el que el ser humano era capaz de hacer construcciones con semejante complejidad arquitectónica.

―Joder, como te has empollado el asunto ―intervino Jaimito con cierto deje de ironía.

―Pues sí. Además, a pesar de no ser una zona con presencia de vulcanismo, se ha encontrado ceniza volcánica. La presencia de dicha ceniza implicaría una antigüedad de cincuenta mil años o más. Y esto es geología, amigos ―concluí cruzando las manos detrás de la cintura, como un profesor que acabara de exponer en un congreso―. Tenemos por lo tanto una ciudad submarina a gran profundidad hecha con megalitos de enormes dimensiones y cubierta de jeroglíficos y símbolos extraños. ¿Todo muy Lovecraftiano, no? ―Esgrimí una sonrisa intentando ganarme la complicidad de mi audiencia―. 

Lecturas del sónar que revelaron las estructuras

 

Y no es la única. En la isla japonesa de Yonaguni se descubrió en 1985 otra estructura megalítica que data, al menos, de hace diez mil años, lo que supondría que es la estructura arquitectónica más antigua que se conoce, anterior a las edificaciones de mayor antigüedad de Mesopotamia, Egipto, India y China.

ciudad-submarina-mitos-cthulhu

Ruinas submarinas de Yonaguni. Foto: Masaaki Kimura.

(…)

Sin decir nada me dirigí al ordenador y escribí la siguiente dirección en el motor de búsqueda:

http://www.pmel.noaa.gov/vents/acoustics/sounds/bloop.wav

En la pantalla apareció un reproductor de sonido.

―Esta es la página del NOAA, vamos, que no me lo estoy inventando yo. Para quien no lo sepa, son las siglas de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, un organismo del gobierno de los Estados Unidos.

―Años 50. La Marina estadounidense decide instalar micrófonos subacuáticos para intentar detectar submarinos nucleares soviéticos. Colocaron los hidrófonos por debajo de la capa del sonido profundo. Los sonidos que se producen a estas profundidades se transmiten a grandes distancias. Cuando termina la guerra fría la armada norteamericana cede este sistema de micrófonos a la NOOA. En el verano de 1997, revisando las grabaciones, los científicos de la NOOA encontraron que se había grabado este ruido ―Hice clic en el botón triangular de play del reproductor de la página web y la habitación se vio invadida por sonido ambiente del medio acuático en el que irrumpió un burbujeo in crescendo que hacía honor a la onomatopeya que daba nombre al archivo―. Este sonido fue bautizado como el Bloop; es un sonido de ultrabaja frecuencia ―continué con mi exposición―. La versión que escuchamos está acelerada para que la pueda escuchar el oído humano. Tiene una frecuencia variable, por lo que se le atribuye un origen biológico ―mi auditorio escuchaba en silencio; había logrado captar su atención―. Ahora viene lo bueno: los hidrófonos que lo captaron están separados entre sí más de cinco mil kilómetros, por lo que, de acuerdo con la potencia del sonido, el tamaño del animal que lo emitió debe ser descomunal, se estima que superior al de una ballena azul (que mide treinta metros). No se conoce ningún animal que pueda originar este sonido. Este bichaco debería haber sido detectado por algún sónar debido a su envergadura; no puede ser un calamar gigante porque en su fisiología no disponen de cámaras de aire, motivo por el que no pueden emitir ningún tipo de sonido. Se pudo determinar la localización del Bloop por triangulación dado que es captado por más de un micrófono. Los científicos determinaron que el origen del sonido estaba ubicado cerca de las siguientes coordenadas: 50 grados sur de latitud, 100 grados oeste de longitud. Las coordenadas dadas por Lovecraft en su relato La llamada de Cthulhu para la localización de R’lyeh fueron 47 grados y 9 minutos de latitud sur, 126 grados y 43 minutos oeste de longitud. Coinciden sorprendentemente con las coordenadas en las que se generó el Bloop.

 -Extracto de «Imposible pero incierto (una novela de horror có[s]mico)-

Para saber más sobre el Bloop pincha este enlace.

El viaje de Johansen había comenzado tal como lo declarara él mismo ante el almirantazgo. El Emma había dejado Auckland en lastre el 20 de febrero, y sintió todo el impacto de esa tempestad consecutiva al terremoto que arrancó a los abismos marinos el horror que pobló los sueños de los hombres. Recobrado el gobierno, el buque navegó favorablemente hasta encontrarse con el Alert el 22 de marzo (y sentí la pena del oficial al describir el bombardeo y el hundimiento de su nave). De los mestizos del yate, Johansen hablaba con un horror realmente significativo. Había algo abominable en ellos que hacía que su destrucción pareciese casi un deber, y Johansen se sorprende ante la acusación de crueldad que contra él y sus compañeros hizo la corte. Ya en el yate capturado, Johansen y sus hombres, impulsados por la curiosidad, prosiguen viaje hasta avistar una alta columna de piedra que emerge del océano, y a los 49°9′ de latitud oeste, y 126°43′ de longitud sur, se encuentran ante una costa barrosa, y una albañilería ciclópea cubierta de algas que no puede ser sino la sustancia tangible del terror supremo del universo: la ciudad muerta de R’lyeh, construida hace millones de años, antes de los comienzos de nuestra historia, por las enormes y espantosas criaturas que descendieron desde unos astros desconocidos. Allí yacen el gran Cthulhu y sus compañeros, ocultos en unas bóvedas verdes y húmedas desde donde envían, luego de incalculables ciclos, pensamientos que aterrorizan a los hombres sensibles y reclaman imperiosamente a los fieles del culto que inicien el peregrinaje de la liberación y la restauración.

-Extracto de «La llamada de Cthulhu», de H. P. Lovecraft-