relato-de-terror-lovecraft

Hoy te traigo otro relato que escapa de la clasificación de microrrelato por los pelos, con lo cual ya sabes que es cortito, así que dedícale 5 minutos de tu tiempo.

Lo pongo a tu disposición para que lo leas directamente aquí o para que lo descargues en pdf, epub o mobi.
Como ves te lo pongo fácil.

¿Qué te puedo decir sobre este relato?

Pues que va en línea con la semana temática del blog, es decir, es un relato de terror, aunque quizás lo calificaría de sobrenatural.
Lo escribí para un concurso de relatos breves que hicieron en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Por supuesto, como siempre, no gané. No mucha mano con los concursos literarios, la verdad, sin entrar en si estos están o no amañados, como dicen las malas lenguas.
Para mi gusto quedó resultón, pero agradecería que me dejaras tu opinión en el hilo de comentarios, y, por supuesto, dale la máxima difusión en las redes sociales si termina gustándote, así me ayudarás a llegar a más gente y me animarás para seguir con mi faceta literaria.
Otro dato sobre este relato, y termino.
Puede ser leído como un prólogo para la novela Imposible pero incierto, aunque el tono no tenga nada que ver con esta, puesto que carece de tintes humorísticos, si que podría encajar perfectamente en la historia.
¿Intrigado?
Te lo dejo para que lo leas
 

En la guarida del gran dios Pan

—Entonces, señor… eeee… Lovecraft —el empleado del museo revisó el complejo apellido del extranjero—, ¿viene usted de Estados Unidos?
El traductor, un chico moreno, joven y enjuto, transmitió las palabras al americano, que asintió, flemático.
Habían ido por error a buscar al museo de Bellas Artes, dado que hacía solo un año, en 1920, que el Museo Arqueológico de Córdoba había separado su sede de este, siendo trasladada su colección a la Plaza de San Juan, de ahí la confusión.

—¿Y dice usted —volvió a la carga el funcionario— que quiere que le dejemos estudiar la Máscara teatral del dios Pan? Pero usted no es arqueólogo.
Mientras el chico le traducía esto último, Lovecraft se maldijo por su falta de previsión. Tendría que haber falsificado alguna credencial, o haber hablado con sus contactos de la Universidad de Miskatonic para que le proporcionaran una.

—Mire —comenzó a hablar el americano, haciendo una pausa para dar tiempo al chico a que tradujera—, en realidad soy escritor. Estoy interesado en este objeto a raíz de la obra de Arthur Machen, El gran dios Pan. Creo que él podría haberse inspirado en esta pieza para escribirla. Yo mismo estoy buscando a las musas para crear un relato que sea inmortal, algo que haga salir a mis obras del anonimato.
De nuevo, el hombre escrutó a aquel extraño caballero, alto, feo, y de mentón prominente, parapetado tras sus anteojos. Volvió a repasar el pasaporte, dubitativo.

—Está bien —accedió al fin, y sin más prolegómenos se dirigió por un pasillo indicándoles con un gesto que le siguieran. Abrió una puerta y encendió la luz. La estancia olía a humedad. En el centro había una mesa de madera, vacía. Apoyadas en las paredes había centenares de piezas de diverso tamaño: restos de columnas romanas, una estatua de Afrodita en cuclillas, una estela de Ategua, mosaicos alegóricos al Dios Baco, y un sin fin más de piezas que miraban al escritor desde un pasado remoto, en el que mito y realidad se fundían en un mismo universo indisoluble.

Precisamente esa era la fuerza que Howard Philips Lovecraft estaba buscando en el museo, la conexión con esa realidad que se hallaba más allá de la comprensión humana, en la que vastas fuerzas extraterrenas habían entrado en contacto con el ser humano, generando los mitos y leyendas que habían servido de inspiración para la
creación de las piezas por las que ahora se hallaba rodeado.
El responsable del museo salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Lovecraft tomó la máscara, fascinado. El rostro caprino de Pan, de afilada barba, lo observaba con dureza con sus pupilas huecas a través de las que podía verse la madera de la mesa.

De repente algo cambió en el tejido que compone la realidad. Los orificios de las pupilas de Pan se llenaron de oscuridad, hasta volverse dos puntos negros y sólidos en la cara de piedra que se movieron de un lado a otro escrutando a los presentes. El intérprete dio un grito. Lovecraft contuvo un escalofrió y se recompuso. Miró directamente a aquellos ojos llenos de maldad, fascinado.

Y a continuación, siguiendo un impulso incontrolable, se puso la máscara.
Las sombras saltaron de las paredes y se arremolinaron a su alrededor en una danza macabra y sobrenatural.
El joven traductor emitió, frenético, un alarido capaz de traspasar el alma y la carne.

************

Lovecraft salió a toda prisa de la habitación, alisando sus ropas con premura e implorando a las fuerzas exteriores para que el encargado del museo no se diera cuenta de que partía solo.
Esa misma noche, tan lejos de Córdoba como pudo desplazarse, abrió un cuaderno y se puso a escribir. Ahora los había visto, había tocado la gloria de Los Antiguos con su mente, con sus sentidos, encarnándolos en su propio ser, y el sacrificio había sido realizado.

A partir de ese día dedicaría su obra a ensalzar su magnificencia e insondable poder.
A partir de ese día, su obra sería inmortal.

¡Gracias por compartirlo en las redes sociales!