En alguna ocasión creo haberle oído esta expresión al periodista Fran Contreras o a Íker Jiménez.
En su contexto ellos se referían a las personas que registran o dan parte de fenómenos paranormales. En mi caso me gusta aplicar esta expresión con otra acepción, dado que cuando escribo relatos o libros humorísticos, me gusta convertirme en eso, en un cronista de lo infinitamente absurda que puede llegar a ser la realidad.

Algunas críticas y comentarios que han recibido mis obras (me resulta muy petulante llamarlas así, pero es que no encuentro otra forma más resumida de designarlas, quizás valdría «mis escritos», aunque esto podría incluir mis reclamaciones a Ono o mis solicitudes para optar a unas oposiciones), sobre todo el libro Historias que no contaría a mi madre, es que en ocasiones las situaciones que se describen son exageradas en su surrealismo o poco creíbles.
Lo que algunos no saben es que en estos escritos hay más realidad de la que a priori se podría pensar, dado que gusto de fijarme siempre en los detalles, ya sea de mi experiencia personal como da las historias que me llegan o las noticias que salen en los medios, que, aún siendo ciertos, desafían el límite de la realidad por su absurdez.

Bien es cierto que en mis narraciones sí se da un ejercicio de compresión o concentración, dado que se resumen en días acontecimientos increíbles o patéticos que han sucedido a lo largo de meses o años, por supuesto como matices del eje argumental, cuya línea central está compuesta por una historia ficticia (obviamente nunca he sido atacado por un hombre lobo, ni conozco a nadie que se haya visto en la situación, pero si habláramos de mujeres zorras, cambiaría la cosa).

Aunque también es cierto, y supongo que no seré el único al que le ha pasado esto, que en determinadas épocas los acontecimientos parecen entrar en un túnel de irrealidad que nos lleva a un bucle de absurdez en el que se suceden anécotas y serendipias de lo más rocambolesco.

Con esta entrada pretendo demostrar que la realidad siempre supera a la ficción, y que «cosas veredes Sancho, que te quitarán el habla.» aunque esta expresión no sea totalmente cierta, dado que tal frase no aparece en el Quijote, siendo originaria de El Cantar del mío Cid, y sin implicar a Sancho alguno, pero bueno, eso es otra historia que quien guste podrá ampliar gracias a la magia de internet.

Sirva la relación que a continuación se muestra como ejemplo de detalles o análisis de determinados aspectos de la realidad que podrían formar parte de mis historias y que para algunos lectores parecerían increíbles.

Por ejemplo, en Europa y España, la asistencia media a las manifestaciones del Orgullo Gay está en 100.000 personas.
Sin embargo, contra la corrupción de los políticos, banqueros y empresarios, esa asistencia baja a sólo 25.000 personas.

Queda probado estadísticamente que hay mucha más gente reivindicando el derecho a que le den por el culo que rechazándolo.

Esta podría haber sido una conclusión de alguno de mis personajes, pero no por ello es una reflexión menos cierta.

También sería muy propia la situación de Feliodoro entrando en una tienda de alimentación para comprar sus queridos y económicos tallarines Mi Chai encontrándose con esto

Un ejemplo de que los chinos son capaces de lograr cualquier cosa

Con el subsiguiente estallido de risa. En ese momento el/la lector/a diría:

meme-chiste-malo

Por no hablar de la que podría montar nuestro simpático personaje si en lugar de este artículo, se encontrara con estos otros:

La realidad me empuja hacia los chistes escatológicos

La realidad me empuja hacia los chistes escatológicos

No comment

Por no hablar de las visicitudes etílicas que pueden dar lugar a las más increíbles y vergonzantes situaciones…

Este bien podría ser Felio o alguno de sus amigos después de una noche de juerga

Este bien podría ser Felio o alguno de sus amigos después de una noche de juerga

Y eso es lo que me encanta de ser un «cronista de lo absurdo», pues, aunque haya mucha gente que me tache de soez o que piensen que las cosas que suceden en los relatos son chistes y chascarrillos acumulados, siempre les quedará la duda de hasta que punto son sólo «absurdas soeces», como las definiría cierto amigo mío, sacadas de mi truculenta imaginación, o sí responden a una observación atenta del lado más caótico de la realidad.

Desde luego no pretendo decir que haya escrito así Habló Zaratustra o Crimen y castigo.

Con entretener aunque sea por cicno minutos ya me doy con un canto en los dientes. Si logro arrancar una carcajada lo considero un pleno al quince. 

Con esto, lector/a, quiero invitarte a que te adentres en mis historias con otra visión; como siempre, todo tiene varias lecturas, y solo de vosotros depende con cual quedaros, pudiendo pensar «que no se trata de una novela instructiva ni enriquecedora, sino simplemente de una obra escrita con el único fin de entretener y hacer reír», como ha sido dicho al respecto en alguna ocasión,  o considerando que quizás se puedan sacar algunas enseñanzas del lado absurdo de la vida si se sabe mirar con los ojos adecuados.

Pero, como siempre, solo de vosotros depende