El otro día pusieron en versión española Bajarse al moro, ocasión que aproveché para revisar ese gran «flin».

Mientras la veía, en un deja vu continuo, dado que en lo más profundo de mi subconsciente tenía muchas de sus escenas enraizadas, a pesar de que no lo recordaba ya, comprendí como todas las fuentes de las que bebemos nos inlfuyen.

Al visionarla entendí que habiendo visto este tipo de películas en mi infancia era normal que escribiera lo que escribo.

Desde la comicidad surreal de algunas de sus escenas,su aire gamberro, como la de la familia de sastres naturistas, que eran sastres pero iban todo el día en pelotas y no usaban ropa, pasando por lo desquiciado de las situaciones, como el diálogo que mantiene verónica forqué con el taxista marroquí, para negociar el precio del transporte en taxi, todo, me recordó mucho a las cosas que había escrito.

Los personajes marginales, la naturalidad, lo escatológico (las ladillas del personaje de Echanobe), las situaciones patéticas y absurdas que se dan a veces en la vida, todo me hizo entender un poquito mejor esta influencia que había permanecido oculta en el olvido.

De hecho hay incluso un término que aplico mucho en la vida diaria para denominar a ciertos integrantes de determinados ámbitos culturales o sociales, los Yeyes-comunistas, (algo así comolos gafapastas pero sin necesidad de usar dicho adminículo) y no recordaba que dicho término fue un préstamo de los diálogos del vecino gruñón que increpa al grupo pata negra porque están ensayando en la azotea.

En fin toda una joya que merece ser revisitada de cuando en cuando.

Y hablando de influencias no puedo dejar pasar la ocasión para hablar sobre Weeds, magnífica serie que, si bien no me ha influido a la hora de escribir, por ser posterior a la publicación de los mis escritos, sí que espero que me influya en el futuro, especialmente desde que vi su sublime final.

Esta serie protagonizada por un ama de casa a la que la vuidedad fuerza a reinventarse como traficante y su desquiciada familia, que hacen que el término  «familia disfuncional» se les quede corto, y que a lo largo de sus episodios parecía un entretenimiento cínico y algo frívolo, nos sorprende en el último episodio, dando un giro brusco a sus ocho años de trayectoria, volviéndose en su recta final un ejercicio de reflexión vital que me dejó sobrecogido a la vez que deleitado, ha sido como ver dos series en una, pero para bien.

Ojalá algún día sea capaz de escribir historias como estas.

Hasta entonces seguiré practicando.