No sé si será el libro más divertido del mundo pero, desde luego, sí es el libro con el que más me he reído, y para mí es uno de los mejores libros de humor de todos los tiempos.
Hoy dejo de lado los libros de terror para hablarte de un libro humorístico que es uno de mis libros favoritos.
Algunas personas, tras leer Historias que no contaría a mi madre o Imposible pero incierto me comentaban que habían pasado momentos embarazosos en el transporte público, porque la gente los veía carcajear y no sabían por qué.
A mí me pasó eso con este libro.
El libro más divertido que he leído nunca
Como no solo de pan viven los seres de otra dimensión, hoy me alejo un poco de los últimos artículos sobre temas paranormales que llevo posteando con motivo de la publicación de mi nuevo libro, por si estos temas no son de tu interés.
En mi época universitaria, a pesar de que desde casa de mis padres solo se tardaban diez minutos en coche por la autovía hasta el campus de Rabanales (nombre flichornoso donde los haya para una institución universitaria), como era pobre y no tenía coche, me veía forzado a coger un autobús y hacer trasbordo; el trayecto total duraba alrededor de una hora.
Sí, ya sé que eso en ciudades como Madrid o Barcelona es el pan nuestro de cada día, pero en una ciudad tan pequeña como Córdoba no es lo normal.
Durante los dos años que asistí a clase fue una de las épocas en las que más he leído entre semana.
A partir de segundo curso me harté de darme el madrugón para ver a un señor leyéndome lo que ponía en un folio amarillento.
Dada mi tendencia a la disipación y al cachondeo al final acababa invariablemente de coña de con los de al lado y siempre me terminaban fichando.
Pero, como te decía, en estos dos años de bus o tren (otro de los medios por los que se podía llegar al campus) leí muchos libros.
Muchos de ellos fueron libros de risa.
Aún recuerdo el día que, leyendo el libro de humor de Eduardo Mendoza que nos ocupa, me dio un ataque de risa en el autobús, y la chica de al lado pensó por unos momentos que se había ido a sentar al lado de un maníaco no medicado.
Concretamente las convulsiones vinieron con un pasaje de esta novela de comedia.
Es por esto que lo recuerdo aún hoy como el libro más divertido que he leído nunca.
En dicho pasaje un chino llamado Pilarín Kao le explica al alienígena protagonista como elaboraba el licor que servía en su restaurante.
Y es que este libro es una comedia que usa la ciencia ficción como excusa para hacernos un retrato costumbrista de la Barcelona y la sociedad española de la época con algunos matices surrealistas que hacen que la trama resulte en muchos momentos delirante.
Sin noticias de Gurb
Sin duda puedo afirmar que este es uno de los libros cómicos que más me ha influido a la hora de escribir, pues incluye un humor absurdo en la trama de un forma totalmente natural, haciendo que el sinsentido del que a veces hacen gala los acontecimientos vitales quede perfectamente integrado dentro de lo cotidiano.
El argumento de la novela es simple:
Dos extraterrestres aterrizan en la Barcelona de principios de los años 90 debido a una avería, con todo el ambiente de la picaresca, el cambio previo a las olimpiadas y el expansionismo económico infundado de la burbuja inmobiliaria que posteriormente petaría dando lugar a esta crisis tan gustosa que nos estamos gosando en la actualidad.
Uno de ellos, Gurb, decide salir a explorar el entorno del nuevo planeta, adoptando la forma de Marta Sánchez (que en aquella época era toda una sex symbol en España).
Craso error por su parte.

Si el alienígena hubiera elegido como disfraz la apariencia de Rosi de Palma la novela habría quedado sin argumento, pero habría explorado Barcelona la mar de seguro.
Atractivo sexual e inocencia alienígena combinadas tienen tanta probabilidad de acabar en tragedia como una montería en Puerto Urraco.
A los pocos minutos de su estancia en la Tierra el atrevido explorador alienígena es captado por alguien que lo sube en un coche, y desaparece sin dejar rastro.
Su compañero, del que, como es habitual en los protagonistas de Mendoza, no llegaremos a conocer el nombre, sale a buscarlo, puesto que su compañero no regresa.
Para ello adopta la forma de el conde-duque de Olivares para, posteriormente, a lo largo de la novela, metamorfosearse en apariencias tan diversas como Miguel de Unamuno, Paquirrín, Isoroku Yamamoto, el duque de Kent o Alfonso V de León.
La narración adopta la forma de su diario de campo, y es un pretexto para explorar la dimensión costumbrista y absurda de la ciudad de Barcelona y de sus peculiares habitantes.
Este periplo cambiará la percepción inicial que el alienígena tiene de los humanos y de su sociedad.
La novela, que es muy cortita, fue un gran éxito de ventas, y la han traducido al inglés, francés, alemán, italiano, danés y polaco.
Por cierto, si te están dando ganas de leerla, puedes conseguir Sin noticias de Gurb en este enlace.
Si buscas un libro para reír no lo descartaría como opción, pues este es uno de los mejores ejemplos de fantasía cómica o de ficción absurda, me da igual como quieras llamarlo, a la altura de las mejores obras de Christopher Moore o Terry Pratchett.
Originalemente, el libro fue publicado por entregas diarias en agosto de 1990 por el diario El País a semejanza de los antiguos folletines que habían triunfado durante las décadas anteriores en la prensa española.
Pero tuvo tanto éxito que en 1991 las entregas fueron recopiladas y publicadas en una novela corta.
Posteriormente, el autor repetiría esta fórmula de fantasía cómica en la que se mezclan el humor absurdo con un trasfondo de género de ciencia ficción con El último trayecto del Horacio Dos, que también fue publicado por entregas por el Periódico El país (que puedes leer gratis legalmente el libro completo haciendo click en este vínculo), aunque sin alcanzar el éxito de su predecesora.
Este libro, junto con otro de este autor, El misterio de la cripta embrujada, son dos de mis libros de humor favoritos, que me influyeron mucho a la hora de decidirme a escribir novelas de género satíricas, pues demuestran que un gran autor y dramaturgo, como lo es Mendoza. también puede escribir libros humorísticos con gran maestría. De ambos, considero que el libro más divertido es este, puesto que la ciencia ficción sirve a Mendoza como excusa para hacer gala de un humor surrealista que crea momentos geniales en la novela.
Por desgracia, la literatura en nuestro país aún tiene ese complejo de hombre con bigote de la posguerra que tiene que proyectar una imagen de seriedad a toda costa, por lo que, a menudo, se califica a las obras humorísticas de Eduardo Mendoza como obras ligeras u obras menores, en lugar de las obras maestras de la literatura de humor que son.
Quizá algún día nos quitemos el complejo y abracemos este tipo de libros que tan elogiados son en otros idiomas, porque a nadie se le ocurriría decir que Terry Pratchett es un autor menor, a pesar de que el grueso de sus obras fueron libros de humor y ficción absurda. O por ejemplo, pocas personas a estas alturas pueden tachar a Chuck Palahniuk de ser un autor menor, y es otro que bien baila. En sus obras derrocha humor y situaciones chocantes, vulgares y grotescas a partes iguales. No en vano denomina a su género ficción transgresiva, porque busca transgredir los convencionalismos socialmente establecidos.