Imagen: Gratisography

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Como sabes, y si no te lo cuento, en las últimas semanas he estado (y estoy inmerso) en la febril actividad de ultimar los detalles del lanzamiento de mi nuevo libro, Lo poco que sé del misterio.

Una de las cosas que en esta ocasión había sido más fácil para mí, y que normalmente suele ser la más complicada, era la elección de portada.

Esta vez lo tenía claro, usaría una foto tomada a mi sobrino que había salido extrañamente deformada (el chiquillo es muy bonico, pero la foto estaba hecha con un móvil tonto, es decir, un no-smartphone), y tenía un aspecto de psicoimagen bastante siniestro.

Prueba de portada 1 reducidaPues bien, con las pruebas de maquetación terminadas, le envío el archivo al maquetador, y me dice que  la foto tiene muy poca resolución.

A pesar de que intentó arreglarlo con sus buenas artes, el resultado final fue bastante descorazonador, pues el pobre no es la virgen de Lourdes, y de donde no hay píxeles por pulgada no se puede sacar, así que este fue el resultado.

Y de ahí el peligro para la salud. Casi me da algo.

BookCoverPreview

A ambos se nos pusieron los vellos como escarpias, pero de las malas, de las del mal rollo y el «OMG! ahora qué coño hago yo«.

Me puse a darles vueltas a la cabeza como un loco. Incluso si contrataba un portadista, no sabría que concepto transmitirle, y con lo que cuestan, para que luego te entregue un churro que no es representativo de tu obra.

Por no hablar la de libros que tendría que vender para amortizar dicho gasto y que, visto lo visto, dudo que venda.

Al final se me ocurrió una idea afortunada, y recurrí a Canva, la web de diseño sobre la que te hablé el otro día.

Conseguí aumentar el tamaño del archivo de imagen y su resolución, y, finalmente, conseguí esto

Nature LibraryQue no está tan chula como la original, pero algo es algo, dijo un calvo.

En fin, que esto es lo que pasa con la autopublicación, que a veces tu tensión arterial se eleva, así que, amigos escritores indies, cuidad vuestra dieta y tomad omega 3.