La letra que traigo hoy condensa un relato breve de forma magistral y muy divertida, y pertenece a un disco que me trae grandes recuerdos del hogar paterno, cuando escuchábamos estas letras divertidas y algo picantes para un infante, lo que reforzaba la sensación de excitación por estar escuchando cosas de mayores, y con un tono ciertamente gamberro.
Al escucharla no puedo evocar en mi mente a los hombres de la generación de mis padres, nacidos en los 50, mezcla de intelectuales, crápulas y macarras, en su juventud barbudos y desgreñados producto de unos años 70 de temprana adultez en los que un anticilón de modernidad chocaba en España con la masa fría del conservadurismo rancio, creando fuertes tormentas culturales y creativas con fuertes dosis de irreverencia.
¡Toma ya, qué a gusto me he quedao!
En fins, que aquí os dejo esta buenísima letra de Javier Krahe, que condensa la historia de una «tormentosa» infidelidad en unas cuantas líneas
Yo tuve un gran amor durante un chaparrón
y sentí aquella vez tan profunda pasión,
que ahora el buen tiempo me da asco.
Cuando el cielo está azul no lo puedo ni ver,
que se nuble ya el sol, que se ponga a llover,
que caiga pronto otro chubasco.
Confirmando el refrán una noche de Abril,
la tormenta estalló, mi vecina febril
asustada con tanto trueno
brincó en un santiamén del lecho en camisón
y se vino hacía mí pidiendo protección
-Auxílieme usted, sea bueno-.
-Ábrame por piedad, estoy sola y no sé
si podré resistir, mi marido se fue.
Pues, tiene entre otros muchos fallos,
que en las noches así abandona el hogar
por la triste razón de que va a trabajar:
es vendedor de pararrayos-.
Bendiciendo al genial Franklin por su invención
en mis brazos le di curso a su petición,
y luego el amor hizo el resto.
Mira tú que instalar pararrayos por ahí
y olvidarte poner en tu casa ¡caray!.
Cometiste un error funesto.
Varias horas después cuando al fin escampó,
ella se hubo de ir pero antes me citó
para la próxima tormenta.
-Mi esposo va a llegar y si en casa no estoy
se me va a resfriar. Así que ya me voy
a secarle la cornamenta-.
Desde entonces jamás he dejado el balcón
no hago más que poner la máxima atención
en cirros, cúmulos y estratos.
La menor nube gris me colma de placer
aunque a decir verdad sé que no han de volver
tan torrenciales arrebatos.
A base de vender palillos de metal
su marido reunió un pingüe capital,
y se hizo multimillonario.
A vivir la llevó a un imbécil país
donde si se oye llover será porque haga pis
algún niño del vecindario.
Ojalá mi canción llegue al Sahara aquél
a decirle que yo le seré siempre fiel,
que la llevo dentro del alma,
y aunque sople el simún con seca realidad,
un día nos reunirá una gran tempestad
tras la que no vendrá la calma.
La verdad es que el orden debes ponerlo tú, que eres el único (¡maldita sea!) que conoces las historias. A los demás nos queda esperar (¡maldito capitalismo, siempre ordenando a su antojo!) y aguantar. ¡Aunque no sé si podré! Grrrrrr.
Ja, ja, ja, Gracias Rafa Juan. Si al final siempre es mejor hacer lo que uno crea conveniente!