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¿Quieres conocer uno de los 4 tipos distintos de zombi existentes? ¿Te interesa saber como deberías actuar en caso de que te atacara? ¿Cuáles pueden ser los puntos débiles que te permitirán sobrevivir a su ataque? ¿Quieres leer un adelanto de La guía defensa personal contra zombis?

Entonces continúa leyendo este artículo

En la entrada anterior de La guía de defensa personal contra zombis te hablaba de los 4 tipos de muertos vivientes:

  1. Zombis haitianos
  2. Muertos vivientes resucitados
  3. Infectados con sensibilidad al dolor
  4. Infectados sin sensibilidad al dolor.

Hoy te traigo un adelanto de la guía, un fragmento en el que se describe el tercer tipo de zombi, indicando sus particularidades, y qué factores hay que tener en cuenta al luchar contra ellos sin armas.

Si lo prefieres, puedes descargar este extracto en pdf., epub y mobi, y debo decir que esta vez estoy orgulloso de la maquetación, aunque no he logrado incluir foto, pero el texto está decente.

3. Infectados con sensibilidad al dolor

Normalmente este tipo de muertos vivientes son víctimas de una pandemia que, o bien daña sus estructuras cerebrales causándoles un estado parecido a la hidrofobia (agresividad, pérdida de las capacidades de comunicación y razonamiento lógico), o bien les causa la muerte, momento en el que el virus toma el control completo del organismo y lo reanima, por un proceso cuya explicación, a día de hoy, escapa a las posibilidades de la ciencia.
Por lo tanto estaríamos hablando de un agresor cuyas características serían muy similares a las de un perturbado mental con fijación por el canibalismo.
Este es un tipo de muerto viviente especialmente fácil de combatir. Puede darse el caso de que la reanimación los haya “anestesiado” parcialmente, aumentando su umbral del dolor al nivel del de un perro de pelea, pero por lo general sienten dolor en mayor o menor medida.
Esta circunstancia nos permitirá usar el amplio arsenal de técnicas de golpe y luxaciones que nos brindan las artes marciales clásicas.
En cualquier caso no nos engañemos, el dolor provocado en el contrincante nos servirá para realizar aperturas contra presas o para hacerlo retroceder momentáneamente, pero nunca conseguiremos dejarlo fuera de combate golpeándolo en una zona dolorosa.
Estos golpes tampoco tienen efecto disuasorio alguno, pues los muertos andantes carecen de cualquier instinto de autoconservación o supervivencia, por lo que nunca lograremos que huyan acobardados.
En su mente dominan tan sólo los instintos de agresión y búsqueda de alimento. El impulso nervioso del dolor tan sólo causará en sus abotargados cerebros una respuesta momentánea, pero serán incapaces de elaborar un pensamiento complejo de relación causa-efecto que desencadene emoción alguna o ninguna conducta diferente de la agresión.
Hay expertos en el que tema atribuyen estas características conductuales (no podemos llamarlas mentales dado que estos seres carecen de mente) a un deterioro de la corteza cerebral, encargada de las capacidades verbales, la memoria y el razonamiento lógico, quedando únicamente en funcionamiento las capas del cerebro profundo o primitivo encargadas de los instintos más básicos.
Concretamente se debe al proceso de autolisis que se da tras la muerte somática del cadáver, en el primer estadio de la putrefacción. Cuando las células comienzan a deterioradse por la falta de oxígeno y la acción bacteriana, liberan sus enzimas, que normalmente están reguladas por los procesos vitales, y que en los primeros minutos de la muerte siguen estando activas. La primera zona del cerebro que se ve afectada por la autolisis es el lóbulo frontal. Sin embargo, el complejo R, que es la parte central del tronco del encéfalo, junto con el cerebelo, donde residen nuestros instintos más básicos, como son la supervivencia, la alimentación, la agresividad, tarda más en verse afectada por el proceso de descomposición.
Por lo tanto las que quedan intactas son las áreas responsables de los instintos primarios y de la coordinación de movimientos, explicando esto los patrones conductuales básicos de los muertos vivientes.
Contra estos zombis, los golpes a las extremidades son muy efectivos, sobre todo a las patadas laterales a las rodillas o las low kicks, patadas circulares que golpean con la tibia el nervio femoral o el nervio ciático, dado que dificultan sus movimientos, facilitándonos la huida.
Dentro de este tipo de infectados podemos diferenciar en dos subcategorías.
Dependiendo a la que pertenezca nuestro adversario deberemos tomar unas precauciones u otras:

  • Infectados con sensibilidad nerviosa rápidos.
  • Infectados con sensibilidad nerviosa lentos.

La mayoría de las veces ambas subcategorías no son sino fases del mismo ciclo vital del virus que causa la zombificación.
En una primera fase los individuos conservan los tejidos aún frescos por lo que pueden moverse con mayor rapidez, mientras que, conforme avanza el proceso de pudrición los tejidos de las articulaciones van degenerando y la transmisión de los impulsos nerviosos motores se va haciendo más defectuosa, perdiendo el sujeto movilidad, velocidad y coordinación, como si fuera pasto de una enfermedad degenerativa de tipo neurológico.
Una hipótesis para explicar la larga duración de estos monstruos sería el hecho de que aunque su sistema digestivo está atrofiado, de alguna forma absorben la energía vital de la carne viva que ingieren, retasando así, por algún mecanismo que desconocemos, su proceso de deterioro.
Esto explicaría por qué los muertos vivientes no se devoran entre sí o por qué parecen ignorar los cadáveres, tanto humanos como animales, que lleven algún tiempo muertos.
Cabe añadir que tanto este tipo de muerto viviente como el siguiente, de acuerdo al imaginario colectivo, también pueden ser originados por sustancias químicas diseñadas adrede para reanimar los tejidos, ya sean fruto de experimentos médicos o militares, por los intereses obvios que ambos campos pueden tener en la reanimación de seres humanos.

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