Descubrí el horror más oscuro que subyace en nuestra realidad tras leer esta novela censurada de la Duquesa de Medina Sidonia sobre la verdad del caso Alcàsser y los crímenes rituales de las élites que dominan nuestro país.

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Como dijo Paco Umbral en el periódico El Mundo a colación del caso Alcásser:

El Halcón Maltés

Como en las novelas de Dashiell Hammett, la justicia necesita un culpable. A la justicia la crea el culpable y al culpable lo crea la sociedad. Miguel Ricart no sabemos si es uno de los asesinos de las tres gracias con minifalda. Lo que sabemos es que Ricart está ahí, disponible, penetrable, preso, y que otros han huido y huyeron bien, demasiado bien. Alguien le puso alas a su huida. Ricart, peor que culpable, es la metáfora de la culpa. ¿Es culpable de sangre? Es sobre todo culpable de estar ahí, encarnando la culpa, haciéndola vivible y visible. La ley siempre necesita un culpable porque la ley es una abstracción mientras no tiene un reo.

Al lobo lo crea el bosque. El lobo puede ser una manada. Caperucita se siente atraída por el bosque como el día por la noche. El lobo sólo está en el imaginario de Caperucita (tres caperucitas) como el culpable sólo está en el imaginario del juez. El juez sólo llega a serlo cuando Miguel Ricart se sienta delante de él, en una silla de oficina, con la cara en figura de enigma y los ojos inyectados en crimen.

La justicia alienta ante su presa. Caperucita alienta ante su verdugo, que cuando la mata la hace mujer. La verdad está ausente y vuela muy alto. «Nadie toque las moquetas». Miguel Ricart no es más que un fetiche falso, un halcón de plomo y purpurina. Ricart, la prueba definitiva, sólo es un burdo engaño, una mentira. Se sabe falso y llora.

—Francisco Umbral—

Puestos a llenar espacios, por qué no hacerlo con algo de oscuridad.
Di con el libro que hoy te vengo a comentar de pura casualidad, mientras fisgoneaba y me documentaba sobre el caso Alcásser.
Y he de decir que , tan solo con que sea cierto un 10 por ciento de lo que cuenta, se trata del libro mas aterrador que he leído hasta hoy.

Y  aunque el estilo del libro es, quizá, demasiado frío, diseccionando los hechos de forma objetiva, escrito en un lenguaje analítico y algo engolado, que hace que a veces el estilo narrativo dificulte la lectura, tiene la virtud del que asusta sin intentar asustar, pues se limita a describir los hechos con resignación, sin trucos ni artificios, ni giros argumentales que intenten acongojar al lector, pero la sola naturaleza de los hechos que narra es tan realista, cruda y terrible que basta para inducir una profunda y desagradable inquietud.

La trama de la corrupción y los horrores que sugiere están tan sólidamente construidos que cobran una verosimilitud pavorosa.

No en vano se cimienta en hechos reales y en los conocimientos de su autora, la duquesa de Medina Sidonia, de la lúgubre trastienda de la aristocracia de este país.

Y es que, como decían Doble V «las apariencias aparecen cuando hay mucha mierda escondida».

A buen entendedor bastarán las muchas palabras del libro para que se haga su propio esquema de cuál fue la realidad de los hechos, y si la versión oficial fue adulterada o no.
Que el ser humano crea sociedades piramidales, aunque intente disfrazarlas de democracia, para mí, a estas alturas, es algo que tengo muy claro.

Que no hay mejor esclavo que el que no tiene consciencia de serlo, también.

Que en España eso es algo más patente que en otros sitios, también, puesto que aquí pasamos de un régimen a otro modelo, pero mediante una transición, por lo que no hubo un cambio real. Las élites dominantes no soltaron el poder hasta haber planificado como seguir controlando los hilos a través de la pantomima que crearon disimulada con el nombre de democracia, y que en los días actuales queda más patente que nunca, pues se les están viendo las manos a los titiriteros.

En otros países, tras la segunda Guerra Mundial, hubo una renovación, y el poder y el capital cambiaron, aunque fuera parcialmente, de manos.

En nuestro país no sucedió eso. El poder militar y económico siguió concentrado donde estaba, abriéndose un poco la mano para que pareciera que estamos en una meritocracia, pero eso no es más que una ilusión.

Este libro ilustra estas ideas con maestría.

Al igual que el infame y ficticio Necronomicon, fue censurado (como explica su autora en el prólogo, fue censurado, primero por Fraga, y después por gobiernos posteriores), y, al igual que el libro del árabe loco, cuando uno lo lee deja atrás un poco de su cordura al desvelarse ante él que la realidad es diferente de como creíamos y que en ella acechan muchos horrores ante los que estamos poco más que indefensos.

Aquí tienes una cruda muestra de por qué fue censurado el libro, con algunos de los párrafos más incriminatorios del mismo:

Finalmente la autora, harta de negativas y censuras, decidió ponerlo en la red a disposición de quien lo quisiera leer.

Pero merece la pena pagar este precio, porque es un libro de los que ayuda a abrir los ojos.

O al menos eso me ha pasado a mí. Será que estoy muy sensible con el tema.

Lo siento si esta entrada se ha apartado de la jovialidad a la que te tengo acostumbrado, prometo retomar el buen humor en entradas posteriores.

Si lees el libro, agradecería tu opinión, solo por contrastar, no sea que me haya dejado llevar un poco por la impresión.

Aquí puedes encontrar La ilustre degeneración para descarga.

Que te sea provechosa la lectura.