Hola, hoy no os voy a volver a hablar de 50 Sombras de Grey, el único libro que en vez de difundirse por el boca a boca lo ha hecho por el boca  a pene, y similares.

El otro día, dándome otro de esos paseillos que me doy por amazon, para ver como van mis obras, la actualidad de las novedades y tal, me sorprendió otro fenómeno literario.
 
Empecé a ver libros de zombis.
 
 
Hace años, en España, cuando querías acceder a un libro de zombis, las opciones que tenías eran leerte el relato Reanimator de H.P. Lovecraft o las memorias de la Duquesa de Alba. No sé cual de los dos es más terrorífico.
 
 
 
Para los aficionados al género, entre los que me incluyo, esa tendencia comenzó a cambiar a Raíz de la Zombie Survival Guide de Max Brooks.
 
 
 
Todos los zombiadictos nos congratulamos. Parecía que se estaba abriendo un nuevo filón.
 
Al final se ha acabado dando el mismo fenómeno con los zombis que el que se da en la cinematografía amateur. Todo el que no sabe de que hacer un corto, lo hace de zombis.
 
 
 
Yo mismo guionicé un corto abusrdo y maravilloso, El pitufo Gore, en el que un pitufo king size sicópata se aliaba con un asesino poseído por el espíritu del Fary para masacrar a una panda de jovencitos, y, sí, entre otras perlas del surrealismo y lo dadá maridados con lo cutre, había zombis.
 
 
 
Los zombis en las películas de bajo presupuesto son muy socorridos, tan solo necesitas unos cuantos amigos, maquillaje del pelotazo (a veces ni eso), que la gente haga el canelo un rato, gimiendo, y tal. Hasta podrías utilizar a tu abuela con demencia senil como extra. Así de socorridos son los resucitados necrófagos.
 
 
 
Y lo mismo está pasando ahora con las novelas.
 
De nuevo se ha instaurado una nueva moda a explotar. Como en todos estos subgéneros, siempre habrá obras maestras, como World War Z, o Cell, de Stephen King, y truños malévolos como Orgullo, prejuicio y zombis, que tuve la osadía de leer hasta el final, a pesar de que casi me da una embolia en el proceso.
 
 
 
Este subgénero ha generado otro efecto muy gracioso: El efecto Z.
Espero que este último no sea como Orgullo, prejuicio y zombis, un corta pega del Quijote en el que cada cuatro párrafos el autor meta uno de su autoría en el que aparezca o se haga mención a un zombi.
 
¿Ein, apoptósis?
 
Y como diría un castizo, and so on.
 
 
De seguir esto así, las generaciones futuras se pensaran que Mázinger Z era un robot pilotado por zombi, o la versión zombi de Goldorak, o vaya usted a saber. Y eso sí que no podemos permitirlo
 
 
 
Estoy ansioso porque salgan tíulos como Mecedora Z, o La hora de la Ziesta, en la que, sin saber por qué, todo el que se aucuesta a dormir la siesta acaba convertido en un muerto viviente.
 
 
 
Lo peor es que, como soy un freak, me acabaré leyendo, con total seguridad, un 70% de los mismos,  pero no puedo evitar lanzar un llamamiento a los autores zombísticos, zombianos, o zombiles.
 
 
 
 
Por favor, la originalidad siempre es un valor añadido, si no pasa como con los pendientes al estilo Beckham, que son feos, pero cuando sólo los llevaba Beckham, la gente decía ¡Uy, que originales!, pero ahora ya los llevan miríadas de individuos, ya han perdido el valor de la originalidad, pasando a ser sólo un complemento hortera.
 
 
 
Verbigracia.
 
 
 
He de admitir que posiblemente acabe escribiendo hasta un libro del género, como no podía ser menos.
 
Una emocionante novela de felinos híbridos y muertos vivientes...
 
Sinópsis:
 
La ciudad está expectante por la llegada de un nuevo circo. Sin embargo nadie sabe que uno de sus ligres está infectado con un terrible virus que desatará el caos sobre la humanidad.
 
Y es que, como bien sabía el Circo Mundial, un buen ligre, siempre da alegría.