No confundir con lo que me cuelga.

Ordinarieces aparte, este post es la típica reflexión en voz alta. Es un momento que experimento siempre que termino el borrador de un libro. Ya ha pasado la etapa maravillosa en la que la inspiración fluye y lo único que haces es plasmarla para que no se te escapen las ideas, sin preocuparte mucho de retocar el estilo y pulir el resultado.

Pero, cuando pasa el frenesí creativo, te asomas al precipicio del borrador y ves lo lejos que queda el fondo, y todo el trabajo que te queda por delante para llegar ahí.

Y es que ahora viene la parte aburrida: revisar, y revisar, y revisar, e incorporar las revisiones de los Beta-lectores, y revisar, y revisar la maquetación…

Siempre que llego a este punto me viene a la mente la frase que leí en una entrevista a un escritor novel que había escrito una novela en un par de días, el tío era un figura, y  le preguntaban cuál era una de sus actividades o pasatiempos favoritos..

Él respondía que no había nada como el placer de repasar un texto literario, a lo que yo añado, mientras un cosaco te da patadas en los genitales con unas botas de puntera reforzada a la vez que baila el kasachok.

corregir-novela-humor

Todo un placer sin duda, pasarte horas y horas quemándote las pestañas mientras lees lo mismo una y otra vez…

Y es que mi naturaleza impaciente me hacer desear que fuera posible saltarte esta fase del proceso con solo chasquear los dedos, para poder publicar ya el libro, pero las cosas no son así.

A apechugar y a tener paciencia tocan.