Este post, de alguna forma es un ajuste de cuentas, un asunto que tenía pendiente hace tiempo, una catarsis para purgar un trauma, un desahogo necesario provocado por la impotencia que se siente cuando estás ante un misterio que no puedes resolver, pero que te tiene enganchado.
Voy a contarte una experiencia que me marcó para siempre, un conocimiento que jamás debería ser desvelado al ser humano…
Así debería comenzar este post para que fuera un claro ejemplo de «El síndrome del misterio tremendamente misterioso».
¿Que qué diantres es eso? Sigue leyendo y te lo explico.
Lo que he dicho al principio es cierto, hoy voy a sacarme una espinita que se me quedó clavada en el corazón.
Y a la vez te voy a hablar de una nueva serie de misterio/terror que estoy viendo.
Y todo eso en un solo post.
Comenzamos.
El origen del trauma
Aún recuerdo cuando empezaron a poner Perdidos en TVE. Un amigo me comentó que estaba muy bien, que teníamos que verla, pero era el momento en el que aún no se había asentado el auge de las series para televisión, esa época dorada que estamos viviendo ahora en la que las ficciones seriales televisivas igualan o superan en calidad y presupuesto a las producciones cinematográficas, por lo que me mostré escéptico ante tal recomendación.
De hecho, un día zapeando vi un fragmento al azar. Un grupo de desarrapados, pero fashion y guapetones todos ellos y ellas, caminan por un bosque tropical, aguantando a un rubiales impertinente. De momento me vino a la mente una vieja canción de infantil:
«Caminando por las islas Garroteras
una piedra rodando se cayó
de 25 que íbamos caminando
solo quedamos 23, mi hermano, y yo»
Cuando vi salir un oso polar de entre los árboles, automáticamente, pensé: «¡Anda y vete al carajo!».
Y no volví a ver la serie. Sin embargo, cuando ya llevaba cuatro temporadas, y ante la insistencia de varias personas de mi entorno, al final decidí concederle una oportunidad, pues, ciertamente, ver un capítulo al azar de cualquier serie sin conocer la trama te puede llevar a conclusiones erróneas.
Y me enganché. Devoré con ansia temporada tras temporada, hasta ponerme al día, y tener que esperar a que rodaran las nuevas temporadas. Siempre ávido de ver cómo se iba resolviendo el misterio.
Resultado: 3 o cuatro años de mi vida Perdidos, haciendo honor al título de la serie.
No haré spoilers del insulso recurso que usaron para cerrar la trama, pero sí diré que me hubiera parecido mejor incluso si al final todos los personajes se hubieran convertido en botijos, y sin venir a qué.
Por lo menos hubiera sido más surrealista.
La cosa es que, desde entonces, he desarrollado una tremenda aversión al tandem J. J. Abrahams-Damon Lindelof y los proyectos en que intervienen en general, los cuales nunca veo en el cine, pues definitivamente los anoté en mi lista de personajes non gratos el día que salí de ver Prometheus, y al Síndrome del misterio tremendamente misterioso en particular.

«Prometheus» mucho, pero luego, na de ná.
Tras gastarme los casi de 10 euros de rigor en la esperada continuación de Alien, me dieron ganas de rasgarme la camiseta y gritar como José Saza Sazatornil, en su interpretación del cabo Gutiérrez en Amanece que no es poco:
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ME CAGO EN EL MISTERIOOOOOOOOO!!!!!!!!!!
¿Qué es el síndrome del misterio tremendamente misterioso?
Te preguntarás.
Pues es esa sensación de que el guión de una historia huele a chamusquina cuando empiezan a pasar tantas cosas misteriosas que nunca te enteras de qué coño está pasando, y parece que todo se resolverá con una explicación que abarcará todos esos enigmas, pero mientras tanto estás más perdido que un japonés en Montalbán harto de sicotrópicos.
Para quienes aman Perdidos y niegan la existencia de este síndrome, solo contestad a unas preguntas.
¿Por qué era tan especial Walt, el hijo del hombre afroamericano cuyo nombre no recuerdo?
¿Por qué la rubita no debía tener el niño en la isla?
¿Que hacía la novia del gordo fuera de la isla en el mismo manicomio que él?
Y lo más gracioso es que los guionistas se quedaron con el pueblo en múltiples ruedas de prensa diciendo que en la serie no quedarían cabos sueltos.
Y luego va el Abrahams y confiesa que él escribe las historias con estructura de caja china, metiendo misterios dentro de misterios, pero que luego deja que los fans especulen sobre el sentido o explicación de los mismos. Sentido del que carecen por completo, of course, pero son cosas tan superguays que el las mete con calzador.
En realidad el guión de perdidos lo fueron escribiendo sobre la marcha. En cada reunión de guionistas se ponían ciegos de droja, escribían todos ideas en papelito sobre el posible desarrollo de la línea argumental, y dejaban que un mono titi eligiera uno de ellos.
¡No veas que ciegos nos cogíamos!
Hasta el día que el mono le echó mano a las drogas en un descuido y murió de sobredosis, y tuvieron que terminar la serie.
En el último episodio, en los créditos, tendrían que haber puesto «En memoria Cucufato, el monito de los guionistas».
En fin, que ahora, cuando estoy viendo una serie en la que todo es tremendamente misterioso, y conforme avanzan los capítulos y la trama no parece que se esté arrojando luz sobre el misterio, me escamo sobremanera, hasta el punto de dejarla si veo que en la primera o segunda temporada no tiene la cosa visos de aclararse.
Esto ya me pasó con Hemlock Grove, y me estoy temiendo que pueda pasarme con Wayward Pines.
Esta última es una serie protagonizada por Matt Dillon y dirigida por Night M. Shyamalan, director de cine al que sus padres bautizaron estando fumados de marihuana porque encontraban el nombre gracioso, si no, no se explica, y que debutó fuerte con El sexto sentido, aunque luego a ido dejando un filmografía algo irregular, pero sus películas consiguen mantener la tensión, y con frecuencia resultan originales y entretenidas.
Hasta donde llevo visto, a pesar de que el misterio parece ser gran envergadura, y parece que sea complicado cuadrar una explicación satisfactoria, la serie consigue mantener un tono angustioso y de terror sicológico.
Así que estoy intentando contener el Síndrome del Misterio tremendamente misterioso.
A ver qué tal se da la primera temporada y si no se convierte en otro Perdidos, usase, una pérdida de tiempo.
No te haré spoilers, pues ya la vi completa. Me parecía una fritanga (término que usamos los venezolanos cuando hay algo difícil de tragar, digerir o muy o enredado). A partir del capítulo 5, comenzaron a aclarar las cosas. Ya verás. Ahora, te cuento que esa serie sólo tendrá esa ÚNICA temporada, no más. 10 Capítulos y listo.
Buena noticia Regor, porque el libro no da para más, aunque hubiera sido divertido ver qué se inventaban para continuar la historia.