Imagínate que eres un booktuber o blogger que reseña libros.

Imagínate que estás en tu casa cómodamente sentado y llaman a la puerta.

Imagínate que abres y hay un desconocido que te dice:

«Hola, vengo a que me des 15 euros por mi cara bonita, y a cambio, como mucho, voy a darte una mierda, bien sea metafórcia, o una deposición genuina que, si quieres, puedo soltar aquí mismo, en tu puerta. Pero no sueñes con una mierda de plástico, que esas cuestan dinero».

¿Le darías los 15 euros? ¿A que no?

Pues en este artículo te voy a contar cómo evitar quedar como este espontáneo tan impertinente si solicitas a un autor indie que te envíe un libro para reseñarlo.

Si eres autor, este artículo también te servirá para evitar desperdiciar tus exiguos recursos con gente que tiene la cara más dura que el hormigón armado.

Reseñas de libros: Cómo NO debes pedir un libro a un autor Indie. La historia que originó este artículo

Tienes un blog de libros, ya sabes cómo hacer una reseña literaria y quieres hacer una reseña corta de un libro. Como ya gastas mucho en libros, pero has visto uno que te interesa, porque te ha atraído su sinopsis o su portada, te planteas escribirle al autor indie de turno y pedirle que te envíe un ejemplar.

Lo mismo se enrolla.

Por lo general, los escritores emprendedores, que no tienen editorial ni perro que les ladre, se alegran de que alguien se interese por su obra, ¿no?

Digamos que son como las amigas poco agraciadas de la guapa en una discoteca.

Un objetivo fácil.

Eso sí, se lo vas a pedir en papel, que tú tienes las retinas muy sensibles, o bien eres un romántico y solo te gusta el tacto de las páginas, el olor de la celulosa, de la tinta de las tapas, del pegamento del lomo.

Te gusta coleccionar los libros, acariciarlos, amontonarlos en estanterías, agruparlos por temáticas o colecciones, o por el color de los lomos, para que hagan bonito.

Pero, ¿estás seguro o segura de que eres un reseñador y no un acumulador de libros?

En un artículo que ahora no recuerdo, Ana González Duque ya advertía a los escritores indie de que otro de los peligros a los que se enfrentan los escritores autoeditados son los acumuladores de libros.

Yo no había tenido experiencia con ellos hasta que ocurrió esta historia que ahora te voy a contar.

Un día me llegó un correo de una chica, una lectora.

Para salvaguardar su intimidad, usemos el nombre genérico que uso en estos casos, así que llamémosla Spaidermana.

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Hola, soy Spaidermana, y soy librólica.

Spaidermana, en su correo, me decía que había visto uno de mis (infructuosos) intentos de mover mi obra: había postulado en un club de lectura de una biblioteca municipal para lecturas conjuntas.

Cómo la obra que ofrecía y yo mismo éramos de su ciudad, le había llamado la atención.

Me dijo que era una amantísima de los libros, que le encantaban, que tenía un blog en el que los reseñaba.

Y, a continuación, me contó una bonita historia de dos folios de extensión, en la que narraba cómo de pequeña iba siempre con un familiar a un conocido paseo en el que se ponen en cierta ciudad andaluza muchos vendedores, y este siempre le compraba un libro en un tenderete de libros de segunda mano en el que el vendedor era amable, simpático y dicharachero.

Pero un día, de mayor, fue, y el puestecillo ya no estaba, como en la canción de Sabina.

Mis entrañas se removían por lo entrañable, valga la redundancia, del relato.

En mi habitación casi parecía estar retumbando la banda sonora de Amelie, con sus tonos de acordeón, nostálgicos cual magdalena de Proust.

Por cierto, un inciso para la música y el humor, y una adivinanza que te planteo:

La clave de por qué estos dos al final no consumaron el acto está en Amelie.

¿Por qué?

 Te desvelo el misterio al final del artículo.

Canción pegadiza donde las haya.

Al final de kilométrico correo la chica me pedía que le enviara un ejemplar de mis libros, eso sí, en papel, que su líbido bibliófila se iba al pairo cuando se topaba con el formato electrónico.

Así que le contesté, diciéndole que me halagaba que se hubiera fijado en mi obra, y que le enviaría un ejemplar encantado , pero antes tan solo le ponía una condición.

¿Cuál era?

¿Qué bailara desnuda para mí?

¿Que bebiera sangre de unicornio nacido en la primera luna de julio?

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«Solo el libro enviarele a quien este baile tan bonito replicare…»

No, era una mucho más sencilla, más lógica y menos sexista, que tenía su origen en una experiencia previa que me enseñó una importante lección en lo tocante a las solicitudes de envío de ejemplares físicos para reseñar.

El origen de mi suspicacia para con los reseñadores que tienen alergia a los ebooks

Ya ahora, como en Amanece que no es poco, todos a hacer flashback.

Hacía un año o dos, no lo recuerdo bien, antes de la solicitud de Spaidermana, otra persona reseñadora de libros a la que no conocía de nada, llamémosla Jínglora, se había puesto en contacto conmigo por correo electrónico para pedirme que le enviara un ejemplar en papel de uno de mis libros, porque le había llamado muchisísimo la atención.

Así que yo, que por entonces todavía conservaba mi inocencia reseñil, le mandé el ejemplar muy ilusionado.

Y aquí es donde entra en juego la metáfora del extraño pedigüeño que te planteaba en la introducción:

  • El coste del libro: 10 €
  • Gastos de envío certificado en correos: 5 €
  • Que difundan tu libro mediante una reseña o menciones en redes sociales: no tiene precio.

Difusión que, pasados dos años, nunca llegó.

Querido reseñador, si todavía estas leyendo este artículo, entenderás ahora lo que te comentaba al principio. ¿Le darías a un extraño 15 euros by de face a cambio de nada?

¿A que no?

Todavía, si te los pide un colega, alguien que conoces, a lo mejor no te importa dárselos tan solo por el mero hecho de que disfrute de ellos.

Porque una cosa son las relaciones win-win, o relaciones simbióticas, en las que ambas partes ganan, y luego están las relaciones, yo te timo-I win, que podrían ser clasificadas de parasitarias.

Debes entender que un escritor autoeditado no dispone de mucho presupuesto, por no decir ninguno, ni de un departamento de marketing, por lo que tiene que emplear su tiempo y dinero para hacer los envíos de libros físicos (los envíos de ebooks se hacen con un click y no cuestan tiempo ni dinero, por lo que no importa si luego no los reseñan).

Además, el autor indie tiene que pagar sus propios libros impresos, no es como un autor de publicación tradicional, que no paga el coste de la edición.

Si un indie hace varias veces esto, imagínate 3 al mes, estaría perdiendo 45 euros al mes, a cambio de nada, lo que podría llevarle a tener que dejar de publicar (porque publicar un libro tiene muchos costes que difícilmente se llegan a compensar, al menos cuando tus ventas no están en niveles destacables).

Pero volvamos al presente de la historia, con nuestra amiga Spaidermana.

La pregunta que debes hacer para detectar a un acumulador de libros disfrazado de reseñador

Como te iba diciendo, debido a mi infructuosa experiencia previa, cuando le contesté a Spaidermana solo le planteé una pregunta.

Puesto que era ella la que voluntariamente había contactado conmigo para pedirme el libro, y puesto que me había exigido que fuera un libro en formato físico, con los costes asociados de tiempo y dinero de la gestión del evnvío, le hice una pregunta:

¿Cuánto tiempo estimas que tardarás en hacer la reseña?

Y le expliqué que, como entendía que los reseñadores suelen tener unas colas de lectura muy largas, si veía que iba a tardar más de 6 meses en ponerse con mi libro, que prefería que esperara a tener un hueco, y que cuando así fuera, volviera a pedirme el libro.

Bueno, quedo a la espera de tu respuesta.

Afectuosamente, yo.

¿Adivinas cuál fue su respuesta?

Esta.

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Nada, niente, nichts, nothing.

El consabido silencio de planta rodadora.

Vamos, que todavía estoy esperando una contestación por su parte.

El terror a los buenos modales de algunos «reseñadores»

Sí, eso son malos modales y falta de respeto y educación.

Si me escribiste un correo de 3 páginas contándome una puta historia a lo Amelie, ¿qué te cuesta redactar un correo de dos líneas diciendo «lo siento pero en realidad tengo una maldición por la que si toco un libro electrónico o reseño uno en papel en menos de un año se me caerán las orejas y me crecerá pelo en las plantas de los pies»?

No sé, creo que es una cuestión de educación básica. Si me escribes para pedirme un libro, y te respondo pretuntándote por los detalles, ¿qué menos que contestar, aunque no estés interesada, no?

Así que, querido escritor o escritora indie, espero que hayas aprendido la lección para discernir entre los reseñadores, esas maravillosas criaturas que dedican su tiempo y esfuerzo de forma desinteresada a hacer reseñas literarias por mero amor a los libros y a la lectura, y esos entes oportunistas y carentes de las más básicas normas de educación que son los acumuladores de libros en formato físico.

Y a ti, querido reseñador, ya sabes lo que nunca debes hacer si no quieres quedar mal con un autor indie, simplemente sé educado, sincero y usa tu sentido común de forma empática.

Venga, que empiecen a llover collejas.

Y como has sido buen@ y has llegado hasta el final del artículo, te dejo aquí la clave al acertijo sobre Amelie y su capacidad como elemento disuasorio del coito.

Y si no quieres perderte más refelxiones como esta (cosa de la que, a decir verdad, no estoy muy seguro), o si eres reseñador y quieres un libro de humor con algunos toques de terror, ficción absurda en plan Christopher Moore, suscríbete al blog por email y recibirás contenidos exclusivos y este ebook en tu email.