La presencia de los mitos de Cthulhu en España es un tema que siempre me ha llamado la atención, y que es más frecuente de lo que imaginas en la obra de Lovecraft y en los mitos de Cthulhu en general.

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En este artículo quiero hablarte de la visión que tenía Lovecraft de los españoles, de la presencia de España y los españoles en su obra y, por extensión del papel de España en los mitos de Cthulhu, a través de relatos de la mitología cthulhiana o películas que toman la piel de toro como escenario.

Por eso, creo que esta versión flamenca del Calll of Cthulhu de Metallica de la mano de Ben Woods en su proyecto Flametallica, aunque sea un poco topicazo hollywoodiense (guitarras flamencas cuando se habla de España), es la banda sonora ideal para este artículo.

Lovecraft y España: como nos veía el padre del horror cósmico

Como te iba diciendo, la idea de ubicar los mitos de Cthulhu en España es algo que siempre me ha llamado la atención, hasta el punto de que me inspiró para escribir una comedia lovecraftiana que transcurre en España y algunos relatos de mi último libro en los que, o bien el propio Lovecraft se pega un garbeo por España, o los horrores de los mitos hacen de las suyas en tierras ibéricas.

La idea de ubicar los mitos de Cthulhu en España no es nueva y tiene cierta tradición dentro de esta cosmogonía inventada por el Genio de Providence.

Pero antes, para entender las menciones a la península ibérica en los mitos de Cthulhu y a sus habitantes, sería interesante ver qué concepto y conocimiento tenía Lovecraft sobre Hispania.

Y podemos conocerlo a ciencia cierta gracias al gran volumen de cartas que escribió el autor, en las que trataba temas de lo más variopinto.

En algunas de sus conversaciones epistolares con Robert E. Howard debatieron sobre la población estadounidense descendiente de los españoles y la colonización española de América.

Además, Lovecraft tuvo contacto con los inmigrantes españoles en Nueva Inglaterra y durante la etapa en la que vivió en Nueva York, lo que se puede ver algunas de sus obras como El horror de Red Hook:

Red Hook es un laberinto de híbrida miseria próximo al barrio marinero frente a la Isla del Gobernador, con suicidas carreteras que ascienden de los muelles a un terreno elevado donde los deteriorados tramos de Clinton Street y Court Street conducen al Ayuntamiento. Sus casas son en su mayoría de ladrillo, construidas durante el segundo cuarto del siglo XIX, y algunos de los callejones y travesías más oscuros tienen sabor antiguo y seductor que la literatura convencional nos inclina a calificar de “dickensiano”. La población es una mezcolanza y un enigma irremediables: en ella chocan entre sí componentes sirios, españoles, italianos y negros, a no mucha distancia de los cinturones escandinavo y americano. Es una babel de ruidos e inmundicia que profiere extraños gritos al contestar a las mansas olas oleaginosas que lamen los sucios espigones y a las monstruosas letanías que compone el órgano de los silbidos portuarios. Aquí imperaba hace tiempo un cuadro mucho más brillante, cuando los marineros de ojos claros pululaban por las calles inferiores, y unos hogares con más personalidad y gusto bordeaban la colina. Aún pueden descubrirse vestigios de su antiguo esplendor en las formas elegantes de los grandes edificios, las airosas iglesias, y los testimonios de un arte y un pasado originales en pequeños detalles diseminados aquí y allá: un gastado tramo de escaleras, una puerta deteriorada, un par de carcomidas columnas decorativas, o un trozo de lo que en otro tiempo fuera espacio verde, con la barandilla torcida y herrumbrosa. En general, las casas componen bloques homogéneos, y, de cuando en cuando, se eleva una cúpula con múltiples ventanas para recordar los tiempos en que las familias de los capitanes y los armadores vigilaban el mar.

Un centenar de dialectos blasfemos asaltaban el cielo desde esta mezcolanza de podredumbre material y espiritual. Hordas de merodeadores deambulaban gritando y cantando por callejones y calles; unas manos furtivas, de tarde en tarde, apagaban de pronto la luz y corrían las cortinas, y unos rostros oscuros, marcados por el pecado desaparecían de la ventana al sorprenderlos el visitante.

Los policías desesperan de imponer algún orden, y tratan de levantar barreras a fin de proteger el mundo exterior del contagio. Al ruido metálico de la patrulla responde una especie de silencio espectral, y los detenidos que se llevan jamás se muestran comunicativos. Los delitos evidentes son tan variados como los dialectos locales, y abarcan desde el contrabando de ron y la entrada clandestina de extranjeros, pasando por los diversos grados de depravación y oscuro vicio, hasta el asesinato y la mutilación en sus formas más horrendas.

Este pasaje nos da una idea de la mala opinión que tenía Lovecraft, de los inmigrantes, incluyendo los españoles.

Puede que este odio se viera reforzado durante su estancia en Nueva York por la propia inutilidad de Lovecraft para encontrar trabajo pues, como buen xenófobo, es probable que lo atribuyera a que los extranjeros estaban robando el empleo.

También hay constancia de que visitó algunos enclaves como Ybor City, en Tampa, que tenía una comunidad española notable por haber sido fundada por un español (Vicente Martínez Ybor), San Agustín y Nueva Orleans.

Esto ya te da una idea de por dónde irán los tiros y del papel que jugarán España y los españoles en los mitos lovecraftianos.

Otra muestra del menosprecio que sentía Lovecraft  hacia los españoles la tenemos en su relato Aire frío, en la que nos describe así a la española que regenta la pensión donde reside el protagonista:

La patrona, una desaliñada y casi barbuda mujer española apellidada Herrero, no me importunaba con habladurías ni se quejaba cuando dejaba encendida la luz hasta altas horas en el vestíbulo de mi tercer piso; y mis compañeros de pensión eran tan pacíficos y poco comunicativos como desearía, tipos toscos, españoles en su mayoría, apenas con el menor grado de educación. Sólo el estrépito de los coches que circulaban por la calle constituía una auténtica molestia.

Llevaría allí unas tres semanas cuando se produjo el primer extraño incidente. Una noche, a eso de las ocho, oí como si cayeran gotas en el suelo y de repente advertí que llevaba un rato respirando el acre olor característico del amoníaco. Tras echar una mirada a mi alrededor, vi que el techo estaba húmedo y goteaba; la humedad procedía, al parecer, de un ángulo de la fachada que daba a la calle. Deseoso de cortarla en su origen, me dirigí apresuradamente a la planta baja para decírselo a la patrona, quien me aseguró que el problema se solucionaría de inmediato.

—El doctor Muñoz —dijo en voz alta mientras corría escaleras
arriba delante de mí—, ha debido derramar algún producto
químico. Está demasiado enfermo para cuidar de sí mismo cada día que pasa está más enfermo—, pero no quiere que nadie le atienda. Tiene una enfermedad muy extraña. Todo el día se lo pasa tomando baños de un olor la mar de raro y no puede excitarse ni acalorarse. El mismo se hace la limpieza; su pequeña habitación está llena de botellas y de máquinas, y no ejerce de médico. Pero en otros tiempos fue famoso  —mi padre oyó hablar de él en Barcelona—, y no hace mucho le curó al fontanero un brazo que se había herido en un accidente. Jamás sale. Todo lo más se le ve de vez en cuando en la terraza, y mi hijo Esteban le lleva a la habitación la comida, la ropa limpia, las medicinas y los preparados químicos. ¡Dios mío, hay que ver la sal de amoníaco que gasta ese hombre para estar siempre fresco!

El propio Doctor Muñoz es otro de los españoles insignes de la obra de Lovecraft, y aunque es el protagonista de este relato, y se le vincula al conocimiento en lugar de a la actividad criminal, entraría dentro de la categoría de los villanos de Lovecraft, junto con el resto de brujos y adoradores de los mitos de Cthulhu, puesto que usa la ciencia para transgredir las leyes naturales y burlar a la muerte, y acaba teniendo su merecido.

Por cierto que, a pesar de ello, he homenajeado este relato escribiendo Aire aún más frío en mi libro de relatos Fragmentos de ironía y muerte que, aunque es de los mitos de Cthulhu, poco tiene que ver con el original más allá del guiño al título.

Para Lovecraft, los españoles siempre estaban vinculados al mal y la delincuencia.

Otro pasaje ilustrativo de ello lo podemos encontrar en su novela corta El caso de Charles Dexter Ward, en la que el único español al que se hace mención es un contrabandista.

En enero de 1770, mientras Weeden y Smith se devanaban inútilmente los sesos tratando de encontrar una explicación a aquellos desconcertantes sucesos, ocurrió el incidente del Fortaleza.
Exasperado por la quema del buque aduanero Liberty ocurrida en Newport el verano anterior, el almirante Wallace, que mandaba la flota encargada de la vigilancia de aquellas costas, ordenó que se extremara el control de los barcos extranjeros, a raíz de lo cual el cañonero de Su Majestad Cygnet capturó tras corta persecución a la chalana Fortaleza, de Barcelona, España, al mando del capitán Manuel Arruda. La chalana había zarpado, según el diario de navegación, de El Cairo, Egipto, con destino a Providence. Cuidadosamente registrada en busca de material de contrabando, la chalana reveló el hecho asombroso de que su cargamento consistía exclusivamente en momias egipcias consignadas a nombre de «Marinero A. B. C.», quien debía acudir a recoger la mercancía a la altura de Nanquit Point y cuya identidad el capitán Arruda se negó a revelar. El vicealmirante Court, de Newport, no sabiendo qué hacer ante la naturaleza de aquel cargamento, que, si bien no podía ser calificado de contrabando, tampoco se atenía, por el secreto con que era transportado, a las normas legales, dejó a la chalana en libertad prohibiéndola atracar en las aguas de Rhode Island. Más tarde circuló el rumor de que había sido vista a la altura de Boston, aunque nunca llegó a entrar en aquel puerto.

Los mitos de Cthulhu en España

Las anteriores son algunas muestras de las novelas de los mitos de Cthulhu escritas por Lovecraft en las que España o los españoles tienen alguna mención.

Pero hay algunas más, no solo en la obra de Lovecraft pero, por mantener el orden, seguiremos primero con sus obras.

España tiene ni más ni menos que el honor de ser el país en el que se imprimió la versión latina del libro más maligno de los mitos de Cthulhu, el Necronomicon, concretamente la copia que se guarda en la Universidad de Miskatonic.

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Nos lo contaba Lovecraft en El horror de Dunwich:

Con casi ocho pies de altura y portando una maleta de ocasión recién comprada en la tienda de Osborn, aquel espantajo de tez trigueña y rostro de chivo se presentó un día en Arkham en busca del temible volumen guardado bajo siete llaves en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic: el pavoroso Necronomicón, del enloquecido árabe Abdul Alhazred, en versión latina de Olaus Wormius, impreso en España en el siglo XVII. 

Otra de las referencias a España usuales en su obra era en lo tocante al imperio colonial de España en América y a sus flotas, como ya hemos visto en la mención en El caso de Charles Dexter Ward, o en este pasaje de su onírico y evocador relato La extraña casa en la niebla.

Hasta el Anciano Terrible que habla con péndulos de plomo encerrados en botellas, compra comida con viejo oro español, y guarda ídolos de piedra en el patio de su casa antediluviana de Water Street, no puede sino decir que ya vivía allí cuando su abuelo era niño, lo que debió ocurrir hace un montón de años, cuando Belcher o Shirley o Pownall o Bernard era gobernador de la provincia de Massachusetts-Bay al servicio de Su Majestad.

Lovecraft vuelve a dejar claro su prejuicio de que los españoles eran unos criminales en uno de sus relatos que está entre mis favoritos, El viejo terrible, en el que uno de los ladrones que van a asaltar la casa del anciano protagonista es un español, Manuel Silva.

Uno de los monstruos del relato, Spanish Joe, también hace referencia la piel de toro, y de nuevo queda manifiesto en este pasaje la relación indisoluble que tenía para Lovecraft España con su pasado marítimo.

Y dicen que el Viejo Terrible habla con esas botellas dirigiéndose a ellas por nombres tales como Jack, Cara Marcada, Long Tom, Spanish Joe, Peter y Oficial Ellis, y que cada vez que habla con una botella el pequeño péndulo del interior oscila claramente a modo de respuesta. Aquellos que han visto al Viejo Terrible, alto y enjuto, en esos peculiares diálogos, no han vuelto a espiarle. Pero Angelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva no tenían sangre de Kingsport; pertenecían a ese contingente nuevo y forastero que vive fuera del encantado círculo de la vida y tradiciones de Nueva Inglaterra, y en el Viejo Terrible tan sólo veían a un carcamal tambaleante y casi indefenso, que no podía dar un paso sin ayuda de su nudoso bastón, y cuyas manos enflaquecidas y debilitadas temblaban de forma patética. A su manera, se compadecían sinceramente de aquel viejo solitario e impopular, al que todos evitaban y a quien los perros ladraban de una forma especial. Pero el negocio es el negocio, y para un ladrón de casta resulta una tentación y un reto un tipo tan viejo y débil, que no tiene cuenta en el banco y que paga sus pocos gastos en el almacén del pueblo con plata y oro españoles acuñados dos siglos antes.

Las referencias de Lovecraft a los españoles se hicieron extensivas a también a sus colaboraciones, concretamente en el relato El túmulo, que escribió con Zealia Bishop, en el que el protagonista, un arqueólogo que estudia un túmulo indio, encuentra las crónicas de Pánfilo de Zamacona, un conquistador asturiano nacido en Luarca, que descubre una extraña civilización subterránea con cuyos integrantes intenta comunicarse, no te lo pierdas, en bable.

También traducido como La antigua raza, puedes leer este relato de terror de lovecraftiano aquí.

Más pintoresco imposible.

Y, terminando con Lovecraft, tenemos incluso un relato que transcurre en la propia España, que puedes encontrar en Narrativa completa/ vol. II , de la edición de Valdemar.

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El relato en cuestión se titula Gente muy antigua, a veces traducido como La antigua raza (ya te hablé de él en esta lista de libros de terror para otoño) y la acción tiene lugar el primero de noviembre en Pamplona en época romana, donde unos soldados romanos tendrán que enfrentarse al horror de los ritos paganos de los habitantes del lugar que, una vez más, encarnan el mal.

Pero, como sabemos, no solo de Lovecraft viven los mitos de Cthulhu, y España está presente en las obras de otros autores de esta cosmogonía.

Y de qué manera.

Y es que una raza de enanos caníbales, los Thco-tcho (va sin segundas), que fueron mencionados por primera vez por August Derleth (el autor de El rastro de Cthulhu, una de mis novelas de los mitos favoritas) en 1933 en su relato El que camina en el viento y en La guarida de la semilla estelar, y a los que posteriormente hizo referencia Lovecraft en su relato La sombra fuera del tiempo, tienen su origen en el universo de los mitos de Cthulhu ni más ni menos que en el País Vasco, en la cordillera de los Pirineos.

Me imagino yo a los Tcho Tcho con su chapela…

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Déjame que te acaricie el Tcho-tcho, déjame…

En el terreno de los juegos de rol, el insigne Ricard Ibáñez fue el encargado de hacer la guía de juego de España para el juego La llamada de Cthulhu por encargo de la editorial JOC.

Esta guía se publicó bajo el título Piel de toro.

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Se podían haber currado un poco más la portada.

Otras Novelas y antologías de los mitos de Cthulhu ambientadas en España

En épocas más recientes ha habido otros autores que han escrito sobre los mitos de Cthulhu en España.

Estas novelas y antologías ambientan los relatos de los mitos de Cthulhu en algún punto de la geografía ibérica.

Lo que una vez se llamó Flora, de Julián Sánchez Caramazana

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Ya te hablé de esta novela de los mitos de Cthulhu ambientada en Barcelona en este artículo sobre novelas de terror ambientadas en España.

El espanto de Arganza, de Hugo Magenis

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En esta nueva incursión en los mitos de Cthulhu en España un hombre encontrará un antiguo altar en una casa de un pueblo de Cáceres, y no, no es un altar cristiano.

Sacamantecas y otros relatos vascos de terror y Caperucita y otros relatos vascos de terror, de Míkel Rodríguez

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Dos antologías de cuentos de terror ambientados en el País Vasco en las que, aparte de relatos de terror gótico puedes encontrar otros con referencias a los mitos de Cthulhu  de H. P. Lovecraft.

Puedes leer una entrevista al autor aquí y una resña de Caperucita y otros relatos vascos de terror aquí.

Relatos desde el umbral, volumen 1., de Roberto Julio Álamo

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Algunos de los relatos de horror lovecraftiano de esta antología están ambientados en pueblos españoles durante los años 20.

Combustible Lovecraft, varios autores

Esta antología contiene algunos relatos que ubican los mitos de Cthulhu en España, como son El síndrome de Capgras, de Tony Fuentes, o Podéis ir en paz, de Weldon Penderton, ambientado en el medio rural de Andalucía oriental

Los nuevos Mitos de Cthulhu, varios autores

Esta antología de contiene el relato March & cía, que nos cuenta la historia de una familia norteamericana apellidada March que vive en e un pueblecito de la Costa de la Muerte, en Galicia.

La fuente de las tinieblas, de Aitor Solar

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Aitor Solar, webmaster de Leyenda.net, ya se pasó por aquí para contarnos cuál era el libro de terror que más le asustó.

En esta antología ubica los terrores de los mitos de Cthulhu en España, pero lo hace un entorno suburbano ficticio: Fontenebra.

Imposible pero incierto, de un servidor

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Al estar ambientada en Córdoba en los años 90, esta comedia de terror lovecraftiano tenía que estar en la lista.

Un par de estudiantes universitarios juerguistas se interpondrán en los planes de una secta que pretende invocar una monstruosidad que habita bajo la ciudad.

Fragmentos de ironía y muerte, (otra vez yo)

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En los fragmentos lovecraftianos se recogen algunos relatos ambientados en España

Películas de los mitos de Cthulhu ambientadas en España

Son muy pocos los países que pueden contar en su haber con el mérito de haber plasmado por primera vez en imagen (o de haberlo intentado) a Cthulhu, y España es uno de ellos.

Y es que hay un par de películas bastante representativas de esta cosmogonía que se ambientan en tierras españolas.

La herencia Valdemar y La sombra prohibida

Aunque el resultado final no fue muy bueno, al menos hay que reconocerle a José Luis Alemán el haber sido (aparte de la HPLHS) de los pocos que han intentado plasmar a Cthulhu en imagen real, y todo ello en una historia que se desarrolla en España.

Ya te hablé de ella en esta lista de  las peores películas lovecraftianas.

Dagon

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Y de nuevo fue una productora de nuestro país, Fantastic factory, la que traspuso el clásico de Lovecraft La sombra sobre Innsmouth a costas Gallegas, transliterando esta conocida ciudad lovecraftiana como Inboca.

Como era de esperar, también te había hablado ya de esta película, en esta selección de mis 14 películas de Lovecraft favoritas.

Por cierto, si te interesa el tema, aquí puedes escuchar un podcast sobre cine lovecraftiano.

La mansión de Cthulhu

Esta película no está ambientada en España, pero por ser de factura española he decidido meterla para cerrar este apartado, eso sí, no sin antes advertir que su visionado puede causar daño cerebral, puesto que también estaba incluida en la lista de películas malas que te he mencionado anteriormente.

Además, de los mitos de Cthulhu tan solo tiene el nombre. El resto no tiene nada que ver con la obra de Lovecraft.

Otros autores españoles de los mitos de Cthulhu

Me gustaría terminar este artículo sobre España y los mitos de Cthulhu con algunos autores españoles que han escrito sobre Lovecraft o los mitos de Cthulhu, solo por afán completista, aunque no hayan ambientado sus historias en España.

Emilio Bueso destaca en este apartado con su novela Extraños eones, que comparte título con una de mis novelas favoritas de los mitos escrita por Robert Bloch, Strange eons, pero que en castellano se tradujo, incomprensiblemente, como El horror que nos acecha.

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Ambas toman su nombre de una cita de Lovecraft:

Que no está muerto lo que puede yacer eternamente, y con extraños eones incluso la muerte puede morir.

La novela transcurre en el el barrio de La ciudad de los muertos de El Cairo, pero parte de la trama también está relacionada con Barcelona

Por su parte, Jesús Cañadas despuntó con Los nombres muertos, una historia en la que el propio Lovecraft es protagonista, y tiene que encontrar el Necronomicon ayudado por otros escritores pulp como Robert E. Howard, creador de Conan el Bárbaro, lo que le llevará a un viaje por Europa en el que se encontrará con otras figuras históricas, como Aleister Crowley o el propio Tolkien.

 Espero que te haya gustado este repaso a los mitos de Cthulhu en España.

Si te has quedado con ganas de leer una novela de los mitos ambientada en la piel de toro que además tiene muchos toques de humor, o algún relato corto lovecraftiano protagonizado por españoles, puedes curiosear en esos dos enlaces.